jueves, 14 de enero de 2010

¡Atención, peligro! La Iglesia responde


Durante el Imperio Romano (Siglo I a.C.-siglo V), la sociedad comprendió la necesidad de la limpieza y la higiene personal, para mejorar la salud y evitar las enfermedades.
Los romanos entendían que, para evitar enfermedades y epidemias, necesitaban lavarse habitualmente, y para ello construyeron las termas en las que los ciudadanos del imperio acudían con frecuencia.
Igual pasó cuando el Imperio Romano se extendió a la península. Los romanos introdujeron en Hispania la cultura de la salud, de la higiene. Y para ello desarrollaron lo que se denominó baños públicos, como forma de conseguir una necesaria higiene común.

Toda esta cultura higiénica se fue al traste durante la Edad Media, entre los siglos V y XIV. En este periodo, es cuando la Iglesia empieza a coger poder. Tal es el poder que tienen, que empiezan a ser un referente social y moral.
Es aquí cuando la iglesia empieza a imponer su moral, enseñar sus pensamientos, y prohibir toda actuación que puedan considerar inmoral o contraria a los intereses eclesiásticos. La Iglesia va a enfrentar los conceptos de cuerpo y alma. Es decir, lo que es bueno para el cuerpo es malo para el alma. La higiene desaparece, y con ello aparecen las enfermedades. En este periodo se empieza a martirizar el cuerpo.
La Iglesia empieza a imponer la moral de las personas, y a dictarles cuales deben ser sus sentimientos, y cómo deben sentirse antes actuaciones que no son acordes a los pensamientos cristianos. Por ello, la higiene se pierde, puesto que al bañarse, y dar placer al cuerpo, perjudican al alma.

Dicho todo esto, hay que destacar que la Iglesia de hoy, sigue con el mismo objetivo de imponer la moral a todos los ciudadanos, y sobre todo, quieren imponer cómo deben sentirse las personas ante determinadas actuaciones.

Monseñor Munilla, actual Obispo de San Sebastián, en una entrevista en la Cadena Ser, y ante la pregunta de porqué no responden a la "sed de felicidad de un homosexual o una mujer que quiera abortar", responde que una mujer que aborta, no se va a sentir feliz después de abortar. Ella cree que va a ser feliz así, pero no lo será.

Para resumir un poco todo este texto, la Iglesia de hoy, en pleno Siglo XXI, sigue con las mismas ideas y objetivos de imponer las ideas y sentimientos, que la Iglesia de, por ejemplo, el siglo X. Un milenio después, seguimos con la misma Iglesia.

Una pena.

La entrevista dio mucho más de si, como el comentario de que hay males mayores que lo sucedido en Haití, como nuestra pobre concepción espiritual. Pero por hoy, es suficiente.

Nacho Díaz Cela

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